Las operaciones de información y desinformación.
La información errónea se entiende generalmente como el intercambio inadvertido de información falsa que no tiene una intención de causar daño[1]; no existe un dolo intencionado o una doble intención cuando se lanza una información errónea. Normalmente es consecuencia de un error o debido a que el que la suscribe no tienen un conocimiento profundo sobre la materia. Esto también se llama estar mal informado; un estado que cada vez es más común en muchos ciudadanos debido a la falta de tiempo de la sociedad actual y, por ende, a la falta de tiempo para contrastar las fuentes.
El ámbito más común de la información errónea es el de la economía, pues existe gran diversidad de datos que en ocasiones llevan a la malinterpretación y, consecuentemente, a un análisis incompleto. La desinformación, sin embargo, se define como el acto de difundir información falsa con el fin de inducir a error o perjudicar a alguien[2]. Aunque es una definición sencilla, puede ser difícil el atribuir ciertos parámetros a la desinformación. Por ejemplo, la desinformación no está siempre compuesta de invenciones o hechos totalmente falsos. Puede consistir en hechos verdaderos encadenados de una cierta forma para retratar una visión distorsionada de la realidad, o puede consistir en una foto o imagen de un determinado hecho el cual no está bien contextualizado. La desinformación es una herramienta poderosa del engaño hacia el adversario, como diría Sun Tzu, una forma de derrotar al enemigo antes de comenzar la batalla.
Un ejemplo muy potente de la desinformación es la utilización de encuestas para fines políticos. Las encuestas son un arma de doble filo, pues pueden modular la opinión de una determinada sociedad y también pueden dar una cierta legitimidad al gobierno que las realiza. Existen preguntas con carga ideológica como: ¿cree usted que deberíamos dejar que el medio ambiente continúe su camino hacia la destrucción? En este tipo de preguntas nadie en su sano juicio respondería que quiere la autodestrucción del planeta, por lo que el resultado va a ser abrumador que podría utilizarse como arma por determinadas ONG o por un determinado gobierno para justificar una partida presupuestaria. Existen también preguntas en las que solo se ofrece una pequeña parte de la información necesaria y otras que descaradamente su enunciado es directamente falso. Por ejemplo, ¿Está usted de acuerdo con la doctrina católica de la infalibilidad papal, según la cual el Papa es incapaz de cometer pecados?, el El engaño de esta pregunta está en que la doctrina católica no afirma lo que se pregunta. La doctrina católica sostiene que el Papa es protegido de hacer un error doctrinal cuando define solemnemente un asunto de fe o moral; no afirma que el Papa no pueda pecar; el Papa peca y se confiesa como cualquier católico.
La mayor parte de las encuestas se aprovechan de que el ciudadano común no establece sus criterios buscando toda la información disponible, analizándola y considerando cada una de las opciones. El ciudadano común lee titulares pro no los cuestiona ni analiza, como norma general se informa mucho, pero reflexiona casi nada o nada. El ciudadano descarta este método por el elevado tiempo, esfuerzo y preparación que requiere. De hecho, casi nadie conoce con profundidad todos los asuntos sociales sobre los que establece una opinión; normalmente la opinión política de un ciudadano obedece más a factores de influencia familiar que a su propio juicio crítico. Por ello, a la hora de fijar su postura en una encuesta, “las personas recurren a reglas heurísticas, procedimientos prácticos de carácter intuitivo, puros atajos capaces de alcanzar una conclusión con muy poca información” (Blanco, 2018).
Argumentum ad populum significa en latín la idea de que debido a que mucha gente cree que algo es verdad, es verdad. Estrechamente relacionado está el efecto carrocero en el marketing, donde los especialistas en marketing intentan persuadir a las personas para que compren sus bienes y servicios afirmando que "todos los demás lo están haciendo". Estas estrategias no solo se usan para vender bienes y servicios, sino que también se usan para vender políticos y políticas.
David Rothschild y Neil Malhotra en su artículo Are Polls and Probabilities Self-Fulfilling Prophecies?, muestran que las encuestas influyen de manera determinante en la opinión de la sociedad. Son, sobre todo, eficaces para suprimir un determinado criterio o forma de pensar que no forma parte del “mainstream”, simplemente mostrando que muy poca gente lo apoya. En este caso, estas personas disidentes experimentarían temor a sostener opiniones muy minoritarias, a ser objeto de desprecio o mofa por la mayoría. La investigación en psicología social sugiere tres mecanismos principales por los cuales las encuestas pueden inducir el pensamiento de la sociedad: el primero es la influencia social normativa, o el deseo de la gente de adoptar la posición mayoritaria para sentirse queridos y aceptados o creer que están en el equipo ganador, también conocido en las ciencias sociales como “subirse al carro”. La victoria siempre atrae más que la derrota y en caso de duda la encuesta puede ser una pieza fundamental en la decisión de los indecisos; el segundo es la influencia social informativa, o personas que aprenden de la “sabiduría de las multitudes” a través de la experiencia social porque creen que la interpretación de otros de una situación ambigua es más precisa ... y les ayudará a elegir un curso de acción apropiado; y tercero las personas que resuelven la disonancia cognitiva cambiando al lado que infieren que va a ganar según la encuesta (Malhotra, 2014).
Un estudio de las elecciones presidenciales de 1940 en el condado de Erie, Ohio, por ejemplo, mostró que algunas personas que cambiaron su intención de voto por un candidato durante la campaña dijeron que habían sido influenciadas por las encuestas. El número era pequeño. Sin embargo, el estudio mostró que puede haber habido cierta influencia en este caso, por pequeños que sean los efectos finales en la elección. Anaëlle Wilczynski, una conocido socióloga americana, introdujo recientemente el problema de la construcción manipulación, donde la agencia que realiza la encuesta intenta hacer ganar a algún candidato distinguido anunciando una encuesta de opinión estratégica que beneficie a un determinado candidato (Wilczynski, 2019). La única condición que debe cumplir la encuesta de opinión es que ningún votante puede detectar directamente la manipulación ya que la encuesta contradice con su información real, lo cual es muy difícil de demostrar. Además, mediante algoritmos insertados en redes sociales se pueden elaborar listas de perfiles de votantes, los cuales se pueden combinar con conocimientos de estudios psicológicos para desarrollar mensajes persuasivos que se adaptan no solo al contenido sino también a la forma del mensaje (por ejemplo, apariencia, lenguaje específico, momento del mensaje), diseñados específicamente para apelar o persuadir en función de las características específicas del receptor. Como se detallará más adelante, las redes sociales se han convertido en una auténtica herramienta para influir en el ciudadano. Al final, las encuestas pueden decidir un ganador u otro en aquellos procesos en los que los concurrentes estén muy parejos o el resultado sea incierto.
Así, las encuestas se convierten en herramientas de poder de muchos gobiernos porque generan cascadas de opinión que se van retroalimentando. Las encuestas pueden incluso ser la clave en caso de unas elecciones muy reñidas o tener la llave en políticas muy controvertidas en las que la sociedad esté muy dividida, como lo fue el Brexit. Por lo tanto, las encuestas poseen un enorme poder manipulador y de influencia: pueden persuadir a mucha gente acerca de una idea política haciéndolos creer que es lo que piensa la mayoría y que, por lo tanto, están equivocados. Cualquier idea, por falsa y perniciosa que sea, la más enorme insensatez, la más colosal aberración, pueden convertirse en dogma de general aceptación tras ser pregonadas como opiniones mayoritarias. Aquí Goebbels parece tener razón cuando afirmaba lo fácil que es manipular a las masas; para el ministro alemán de la propaganda, las mentes del propio país debían estar en línea con la doctrina nazi.
Paradójicamente, uno de los mejores ejemplos de cómo puede influir la desinformación en una determinada sociedad aconteció en Estados Unidos hace ya más de medio siglo durante la guerra de Vietnam. Tal y como se aprecia en la ilustración, el jefe de la policía survietnamita, el brigadier general Loan disparaba en la sien a un ciudadano indefenso norvietnamita. Eddie Adams, fotografió el momento que le valió el Premio Pulitzer. La foto dio la vuelta al mundo y mostró a la sociedad americana la crueldad de la guerra. Una foto que, como nunca anteriormente, cambió la percepción de la sociedad de una guerra. Aunque la verdadera historia detrás de la foto no justifica el asesinato, pocos la conocen. El supuesto civil inocente era el líder de un escuadrón de la muerte del Viet Cong que había asesinado a funcionarios, oficiales y familias de la policía nacional de Vietnam del Sur.
Años después el fotógrafo Eddie Adams escribiría en la revista Times: “Las fotos son las armas más poderosas del mundo. La gente las cree, pero las fotos también mienten, aun cuando no están manipuladas. Son sólo medias verdades”[3]. Las fotos, al igual que las noticias falsas o manipuladas son una herramienta imprescindible en las campañas de desinformación actuales y un eslabón clave de la amenaza híbrida.
La ejecución de Saigón', de Eddie Adams, es una de las imágenes más violentas y perdurables de la fotografía de guerra, Foto de El País Semanal.
Las campañas de desinformación han tomado especial relevancia a raíz de la globalización de internet y, particularmente, del alcance mundial de las redes sociales como Twitter, Facebook, WhatsApp, etc. Solamente Facebook cuenta con 2.500 millones de usuarios en todo el mundo, y Twitter con casi 400 millones[1]. Estudios concluyen que la mayoría de la gente de las redes sociales confía en su entrono de amigos como fuentes de noticias fiables; es más probable que compartan un mensaje si se origina en un amigo del círculo de confianza[2]. Esto puede aumentar la susceptibilidad a la desinformación si el círculo de amigos de una persona es propensa a compartir información no verificada o de baja calidad. Esta susceptibilidad es amplificada por el hecho de que el ser humano es contrario a ambientes complejos de difícil explicación; el ser humano busca respuestas rápidas que den una salida a las situaciones complejas[3]. Además de esto, la veracidad de la información parece importar poco en la sociedad actual. Un estudio relacionado encontró que, incluso después de que las personas fueron informadas de que una historia había sido tergiversada, más de un tercio aún compartió la historia en las redes sociales[4].
El poder de influir de una imagen se ha podido observar en Estados Unidos con el homicidio de George Floyd y sus posteriores consecuencias en casi todo el mundo. Imágenes del suceso se pudieron ver en todo el planeta en cuestión de minutos gracias a las redes sociales, lo que reavivó una oleada de protestas conocidas como el “black Lives matters”. Lo que es un problema complejo como el racismo o los delitos de odio generó una respuesta casi inmediata en muchos sectores de la sociedad americana, algunos de ellos con episodios muy violentos. Unas protestas que han derivado en el ataque vandálico hacia monumentos de personajes históricos, algunos de ellos sin tener que ver nada con el racismo, lo que pone en relevancia la fácil manipulación de ciertos grupos de personas en momentos de crisis y de polarización. La violencia es un elemento de la actividad humana que es muy difícil de contener en determinadas situaciones y que, en el caso de ejercerse en grupo, puede volverse totalmente irracional y descontrolada. En este sentido, la desinformación puede ser una herramienta muy potente para manipular a las personas y que la violencia se descontrole en un determinado momento.
La proliferación de plataformas de medios sociales ha democratizado la difusión y consumo de información, erosionando así las jerarquías tradicionales de los medios de comunicación y socavando los rangos de autoridad que tenían los medios tradicionales de información. El medio de la información, por lo tanto, está al alcance para la explotación por parte de muy diversos actores. Hoy en día, los estados y los individuos pueden difundir fácilmente la desinformación a gran velocidad y con un impacto potencialmente alto. Esta aparición de actores que pueden influir en la opinión de millones de usuarios es una de las claves de la relevancia de la amenaza híbrida en la actualidad. Sorprendentemente, según el Pew Research Center, en Estados Unidos, al menos un 18% de los adultos estadounidenses utilizan las redes sociales como el medio más común más común de consulta relativo a noticias políticas y electorales en comparación con otras plataformas (como impresos, radio, televisión o sitios web de noticias). El dato es aún más sorprendente en el caso de los jóvenes entre 18 y 29 años, con casi un 50% que utiliza las redes sociales como principal consulta de noticias relacionadas con la política en el país (Pew Reserach Center, 2020). Un dato desalentador es que los votantes que obtienen la mayoría de sus noticias de las redes sociales tienden a tener niveles más bajos de educación e ingresos familiares que aquellos que reciben noticias de varias otras plataformas. Esto les hace un blanco fácil a las campañas de desinformación que en ocasiones buscan la polaridad de una sociedad.
Las operaciones de desinformación son una herramienta básica en todos los conflictos en los que los distintos actores intentan conseguir sus objetivos políticos. La existencia de las redes sociales no ha hecho más que potenciar el fenómeno de la desinformación, en la que la propaganda toma un valor exponencial.
[1] Hossein Derakhshan and Clair Wardle, “Information Disorder: Definitions” in Understanding and Addressing the Disinformation Ecosystem, Annenberg School for Communications workshop, 15-16 December 2017, pp. 5-12, https://firstdraftnews.org/wp-content/uploads/2018/03/ The-Disinformation-Ecosystem-20180207-v2.pdf.
[2] Issue Brief: “Distinguishing Disinformation from Propaganda, Misinformation, and “Fake News”,” National Endowment for Democracy, 17 October 2017, https://www.ned.org/issue-brief-distinguishing-disinformation-from-propaganda-misinformation-and-fake-news/.
[3] Martín Caparrós, El autor de esta imagen de Vietnam siempre se arrepintió, el País semanal. https://elpais.com/elpais/2018/01/25/eps/1516881212_852614.html
[1] Statistia, Most popular social networks worldwide as of April 2020, ranked by number of active users, abril 2020. https://www.statista.com/statistics/272014/global-social-networks-ranked-by-number-of-users/
[2] Marwick, “Why Do People Share Fake News? A Sociotechnical Model of Media Effects.”
[3] Maria Konnikova, “Why We Need Answers,” The New Yorker, 30 April 2013, https://www.newyorker.com/tech/annals-of-technology/why-weneed-answers.
[4] Laura Hazard Owen, “Americans may appreciate knowing when a news story is suspect, but more than a third will share that story anyway,” Nieman Lab, 29 June 2018, http://www.niemanlab.org/2018/06/americans-may-appreciate-knowing-when-a-news-story-is-suspect-butmore-than-a-third-will-share-that-story-anyway/.