La Guerra Híbrida (L)
En el siglo XVII, comienzan a aparecer obras con una visión estratégica más elaborada que empiezan a definir la guerra como algo más que un mero enfrentamiento militar; el instrumento militar es importante, pero no es el único que entra a formar parte de las estrategias de los actores. La tecnología ha cambiado a las sociedades y las costumbres y, igualmente, ha hecho que evolucione el carácter de la guerra; es decir cómo se hace la guerra. Es evidente si cambia la forma de hacer la guerra también cambia su planeamiento y por lo tanto, tiene que cambiar las estrategias.
Las estrategias evolucionan hacia un pensamiento más elaborado y más complejo que se enfoca en algo más que la búsqueda de la victoria definitiva en el campo de batalla- Entre ellas sobresale Mauricio de Sajonia, comandante en jefe del ejército francés durante la Guerra de Sucesión Austriaca (1740-48). Su obra más importante es Rêveries, publicada en 1756 tras su fallecimiento, la cual comienza con una frase muy citada y que pone en valor lo que puede ser las particularidades de la guerra híbrida: “La guerra es una ciencia cubierta de tinieblas, en medio de las cuales no se puede avanzar con paso seguro; la rutina y los prejuicios son la base, consecuencia natural de la ignorancia. Todas las ciencias tienen unos principios, sólo la guerra no tiene ninguno; los grandes capitanes que han escrito sobre ella no nos han legado ninguno; es necesario ser perfecto para entenderlos”[1].
Años más tarde, Napoleón cambiaría la concepción de la naturaleza de la guerra de muchos tratadistas, pero especialmente para Clausewitz, quien fue testigo de primera mano de las guerras que su país emprendió contra los revolucionarios franceses, primero, y contra el imperio de Napoleón, posteriormente. Clausewitz renunció a intentar explicar los métodos tácticos y operacionales de Napoleón, a diferencia otros autores de su época como por ejemplo Jomini, y en cambio se esforzó en realizar un estudio sobre la naturaleza de la guerra, en el que pudiera enmarcarse la revolución en todos los ámbitos de la guerra que habían supuesto las campañas del emperador francés. Este enfoque más conceptual, con una visión más estratégica, y la habilidad narrativa del tratadista prusiano convirtieron a De la Guerra, o al menos a determinadas partes de la obra, en un clásico que mantiene mucho de su validez hoy en día; especialmente válido para explicar la naturaleza de la guerra híbrida.
Para Clausewitz las guerras se libraban por razones políticas o, por lo menos, siempre tenían consecuencias políticas. Por lo tanto, argumentaba el tratadista prusiano que, si la guerra se dirigía al logro de un fin político, todo lo que formaba parte de ella, los medios (preparación social y económica, planeamiento estratégico, conducción de operaciones, uso de la violencia a todos los niveles) deberían ser utilizados conforme a este fin o, a menos, de acuerdo con él. Por lo tanto, la razón objetiva de la guerra (el propósito político) como la naturaleza subjetiva (los medios) la convierten en un peligroso juego de azar. Pero con todo esto, expresa el autor, la guerra no es sino un medio grave para llegar a un fin también grave: su semejanza con un juego de azar, la influencia de la suerte, el valor, la audacia, los sentimientos, etc., no son más que características que acompañan a lo que en última instancia siempre es (sobre todo, y como se ha dicho, para los pueblos civilizados) un mero acto político. La guerra no es más que la política por otros medios; lo que distingue a la guerra de cualquier otra actividad que no sea la política y le da su verdadera naturaleza que es su carácter violento.
Estudiar la guerra de esta manera es la única forma de entenderla, y de comprender por qué su forma es variable; cambia con la naturaleza de los objetivos políticos que se persiguen. Y entender cuál es la condición de la guerra en la que se embarquen es para Clausewitz el juicio crucial que deben hacer el líder político y el militar de una nación; porque distinguir qué clase de guerra se hace es la base de toda estrategia; la confusión sobre este asunto solo conduce al desastre. En línea con Clausewitz, para Francisco Villamartín Ruiz “en toda guerra, mientras no estudiemos su razón de ser, su esencia, las causas morales de la fuerza del enemigo, la influencia de la opinión, el espíritu que anima al país y a la época, de nada nos sirve la clásica aplicación de las reglas”. Por ello, distinguir cuando un estado está envuelto en una guerra híbrida será clave para que ésta no acabe en desastre pues, tal y como decía Clausewitz y Villamartín, es necesario distinguir qué clase de guerra se hace. El prusiano explica como de la teoría a la realidad las cosas cambian de manera notable, porque la guerra raramente es un acto aislado, casi nunca se resuelve en un solo acto decisivo y el resultado final difícilmente será ni completo ni perfecto. Por lo que entran en consideración las leyes de la probabilidad y el cálculo político; la guerra entre naciones civilizadas siempre tiene un objetivo político, que se persigue de manera racional y que determina los esfuerzos que se hacen para lograr ese objetivo.
Paradójicamente, en el libro primero de De la Guerra Clausewitz acierta en describir la esencia de la guerra híbrida, cuando pregunta sobre la naturaleza de la guerra, y encuentra como respuesta que ésta es una dialéctica en la que cada uno de los adversarios obtendrá mayor ventaja cuantos más recursos esté dispuesto a empeñar en ella, y mayor grado de violencia esté dispuesto a ejercer. La voluntad de vencer es clave para salir victorioso de una campaña. Pero esta dinámica, argumenta Clausewitz, que llevaría a una guerra absoluta y devastadora, carece de sentido en sí misma; pues sería irracional conseguir unos objetivos si previamente es necesario una autodestrucción. Ganar simplemente una guerra, sin reparar en la importancia de los objetivos logrados, los medios empleados, los recursos consumidos y las vidas perdidas es, consecuentemente, algo irracional. Por lo tanto, la racionalidad de la guerra radica en la consecución de los objetivos políticos con un empleo acorde de los medios necesarios; estos medios, en la guerra híbrida van desde la propia utilización de las fuerzas armadas hasta las operaciones de información pasando por herramientas diplomáticas. Sin embargo, la esencia de la guerra híbrida y su naturaleza sigue siendo la ya identificada por Clausewitz, pues también en este caso la guerra híbrida no es más que una continuación de la política por otros medios. En la guerra la política marca los fines, el para qué y por qué de la guerra y la otorga de su razón de ser; al final la guerra no es más que uno de los instrumentos de la política. Sin política, la guerra para Clausewitz se torna absurda e irracional en la que pasa a ser un fin y no un medio. La guerra como todo acto político, incorpora su propio lenguaje y es siempre un ámbito de elección en el que existe un choque de voluntades. La gramática y la lengua de la guerra es la política.
"El uso sincronizado de múltiples instrumentos de poder enfocados a vulnerabilidades específicas para lograr efectos sinérgicos que no solamente se concentran en las fuerzas armadas, sino que abarcan todo el espectro de funciones sociales."
En el caso del conflicto híbrido, la guerra adquiere sentido si se integra en el marco racional de lo político, que marcará los objetivos de la guerra, la cual siempre estará subordinada al plano político. Entonces, al igual que argumentaba Clausewitz, será la política la que establezca un aspecto moderador de la guerra, que establecerá una proporcionalidad entre los objetivos a alcanzar y los medios a emplear. El resumen que supuestamente hizo Napoleón Bonaparte de la obra de Macchiavello “El Príncipe” en la célebre cita de “el fin justifica los medios” sintetiza la particularidad de la guerra híbrida; pues dependiendo del fin así serán los medios a emplear, no teniendo que ser estos únicamente medios militares que podrían suponer una escalada incontrolada de la violencia llegando a la guerra en términos absolutos. En este sentido, solo cuando la guerra se contempla como un modelo teórico y, por lo tanto irreal, adquiere su naturaleza de términos absolutos en el que la destrucción total del enemigo es el fin en sí. Pero esta naturaleza absoluta no es aplicable a la guerra real, pues existe una racionalidad de los medios empleados y los objetivos que puntualiza la política.
Repasando la historia, en las guerras limitadas del siglo XVIII en las que los objetivos eran reducidos, se intentaban mantener también los costes y el nivel de violencia en unos umbrales modestos. Por otro lado, los estados no tenían recursos para mantener sus ejércitos en una guerra prolongada, por lo que el grado de violencia era ciertamente controlado; paradójicamente, cuatro siglos después, esta es una de las particularidades de la guerra híbrida, los objetivos políticos marcan los medios a emplear y no al contrario. Y estos medios no son exclusivamente militares, sino que forman parte de un todo donde se utilizan todos los instrumentos de poder en mayor o menor medida. En Ucrania, hasta febrero de 2022o, el Kremlin ha implementado una estrategia basada en un cálculo racional de los objetivos políticos, preservando los medios militares con el fin de evitar un choque directo con Occidente. Un objetivo político de Rusia era, por lo tanto, mantener el umbral de la guerra en un estado que no suponga la intervención de occidente. Sin embargo, cuando Rusia se dio cuenta que no podía alcanzar sus objetivos políticos mediante una estrategia en la que el instrumento militar era secundario pasó a una estrategia más directa en la que el instrumento militar empezó a ser el más importante.
Por otro lado, Clausewitz afirma la necesidad de desarmar al enemigo, lo cual se obtiene mediante tres realidades: “las fuerzas militares, el territorio y la voluntad del enemigo” (Clausewitz, 2010). La naturaleza de la guerra híbrida, romper la voluntad del adversario de vencer es clave para conseguir los objetivos de la guerra. Vencer es convencer sobre la inutilidad de la lucha; pretende que la parte contraria abandone cualquier expectativa y, consecuentemente, acceda a una negociación que le permita satisfacer sus objetivos más relevantes. Si la población de una nación o estado no está convencida del objeto de la guerra, es muy difícil de mantener esta en el tiempo, pues al final son los propios ciudadanos los que forman parte de las fuerzas armadas y, en el caso de las democracias liberales, son también los ciudadanos quienes eligen a los gobernantes, por lo que la “voluntad de vencer” es incluso más importante en este tipo de gobiernos. En este caso, la estrategia híbrida está muy enfocada en el ciudadano del país atacado, y es especialmente relevante en estos momentos con la aparición de las redes sociales que son una herramienta excelente para “conquistar” la mente de los ciudadanos del adversario. Lo que en la Segunda Guerra Mundial se hacía mediante la suelta de millones de octavillas de propaganda mediante aviones que sobrevolaban el territorio en cuestión, lo que se conocía como la guerra del confeti, hoy en día es posible mediante una cuenta en twitter o Facebook y una conexión de banda ancha a internet. La población también es clave en la eterna triada de Clausewitz.
La guerra híbrida en su máxima expresión supone el empleo de todos los recursos del estado. Revisitando la Triada del escritor prusiano, Clausewitz establece tres elementos claves para entender la naturaleza de la guerra. En su primera triada los tres elementos son: el comandante o el líder; las fuerzas armadas y la población de la nación o estado. Para Clausewitz el comandante es capital, pues es el director de la guerra; su competencia y capacidad para entender y dirigir la guerra supondrán la victoria o sumir a la nación en una desastrosa derrota. En lo concerniente a la capacidad del comandante y sus cualidades como jefe de los ejércitos, el fenómeno de Napoleón tuvo una gran influencia en todo lo referente a la dirección de la guerra. Para Clausewitz, y para muchos otros, Napoleón representaba todas las cualidades en cuanto al “comandante en jefe” y el liderazgo de un país durante una guerra. Además del comandante, las fuerzas armadas formaban una parte fundamental de la triada Clausewiana; un ejército poderoso, sin ninguna duda, tenía más posibilidades de vencer que otro que no lo fuera. Sin embargo, esto no siempre tendría que ser así, de hecho, Clausewitz sentía la necesidad explicar como un ejército como el francés, de guerrilleros y con poca experiencia, había de derrotar en continuas campañas y alianzas militares a los mejores ejércitos de Europa. El caso del ejército prusiano, derrotado continuamente por Napoleón, marcaría toda la vida académica del tratadista. El último punto de la triada, quizás el más importante en el ámbito de la guerra hibrida, es el de la población de esa nación o estado. El espíritu de lucha de la nación francesa en las guerras napoleónicas sería toda una referencia para Clausewitz; un pueblo que venía de derrocar a la jefatura del estado y que había pasado por la guillotina a una gran parte de sus dirigentes; entre ellos el rey Luis XVI y María Antonieta. A pesar de la situación económica y social del pueblo francés en aquel entonces, la voluntad de vencer y la convención de su causa otorgarían al ejército francés un extra que, evidentemente, no pasó por alto el prusiano; Clausewitz daría tanta importancia a la voluntad de vencer como a las capacidades de las fuerzas armadas. En la siguiente ilustración se muestra la triada de Clausewitz más citada, aunque no es la única que aparece en su obra.
Trinidad de Clausewitz basada en el elemento del comandante en jefe, que no es otro que la política.
La trinidad de Clausewitz es una referencia para el análisis de la guerra híbrida.
Ene este sentido se plantean ciertas cuestiones como las siguientes:
¿Cuál es el papel del ejército en la guerra híbrida?
¿Es la población el elemento principal, y no el ejército, en la guerra híbrida?
¿Cuáles pueden ser las mayores dificultades para un ejército en la Guerra Híbrida?
Pese a que la triada de Clausewitz más conocida es la representada en la anterior Ilustración, existe otra segunda que es más aplicable a la explicación de la naturaleza de la guerra híbrida. Esta triada se refiere a los siguientes elementos: la racionalidad, representada por el liderazgo del estado nación, bien sea un gobernante competente que sepa conducir a la nación a la victoria o un líder débil e inútil que suponga todo lo contrario; la no racionalidad que hace referencia al factor “suerte” que sufren los ejércitos en todas las campañas; y la irracionalidad, representado en este caso por la población. Una irracionalidad que, en el caso de la guerra híbrida, viene determinada por la influencia de campañas de información, desinformación, las noticias falsas, etc. Mediante las herramientas de la guerra híbrida, este elemento irracional de la población es clave para comprender las acciones de los actores que son capaces de influir en la opinión pública, de crear división e incluso de deslegitimar un gobierno o fracción política. En este sentido, la desestabilización de la población puede suponer que ésta no apoye a un gobierno o que esté muy dividida en momentos claves de su historia, como le ocurrió a Ucrania cuando estuvo a punto de ingresar en la UE, o como le ocurrió a los Estados Unidos durante la guerra de Vietnam. Considerando el elemento de la racionalidad en la triada de Clausewitz, podemos completar la ilustración anterior con la siguiente figura:
Trinidad de Clausewitz basada en la racionalidad
"Es por tanto, en la guerra híbrida, donde el elemento irracional, el pueblo, toma un especial interés"
La irracionalidad que hablaba Clausewitz y que forma parte imprescindible de la triada está presente en todas las estrategias híbridas en nuestros días. La capacidad de determinados actores de influir en la opinión pública y la polarización de las sociedades en numerosas partes de planeta es una ventaja que corre a favor de los actores que utilizan la desinformación y las campañas de información como parte de su arte operacional. Internet y la globalización han supuesto, sin ninguna duda, un avance en la ciencia, la información, el comercio, el compartir conocimientos, etc. Sin embargo, esta globalización gracias a internet y las redes sociales también brinda la posibilidad a actores de todo tipo a expandir sus mensajes que, en algunos casos, buscan la desestabilización del sistema, la subversión, la polarización de las sociedades, etc. Es evidente que si tanta relevancia tiene la irracionalidad de la sociedad cuando esta está influenciada que en la definición de guerra híbrida se contemple ese punto. La irracionalidad de las sociedades y su manipulación será una constante tanto en la amenaza, como en la estrategia como en la guerra híbrida. El mundo ya no es lo mismo y, por lo tanto, el carácter de la guerra también ha evolucionado. Las armas de destrucción masiva, como la bomba nuclear o las armas químicas, supusieron un cambio radical en el carácter de la guerra, debido esencialmente a la destrucción mutua y, como lógica consecuencia, su poder de disuasión. En este sentido, Las herramientas como las redes sociales, la prensa y el alcance global de noticias manipuladas o falsas gracias a internet ha supuesto un cambio parecido al que supuso la bomba nuclear de Hiroshima; ya no es necesario llevar al extremo la guerra para aniquilar al enemigo, pues mediante herramientas de información y propaganda maliciosa es posible llegar a las “mentes” del oponente. Modelando la opinión pública y quebrantando la voluntad de vencer de un oponente bien puede significar el conseguir los objetivos políticos y, por lo tanto, ganar la guerra. Revisitando a Maquiavelo, no se puede estar más de acuerdo con esta frase del tratadista Florenciano, “Las armas se deben reservar para el último lugar, donde y cuando los otros medios no basten (Maquiavelo, 1520)”.
Como si Maquiavelo lo hubiera predicho, el siglo XXI ha contemplado una primera década de conflictos que parecen abrir paso a un escenario de amenaza híbrida no antes vista en épocas anteriores. Este escenario combina el conflicto convencional con la confrontación de carácter asimétrico, y tiende a evolucionar a una amenaza creciente del segundo género que se vale, en cuanto puede, de espacios que han quedado fuera del control de los Estados territorialmente soberanos. Los estados democráticos quizás sean los que más difícil puedan hacer frente a este tipo de conflictos híbridos; reforzado este argumento por la difícil definición de lo que es el concepto híbrido.
Tener un concepto claro y preciso de lo que es la guerra híbrida es necesario para comprender las vicisitudes, particularidades y poder analizar correctamente lo que es el ámbito híbrido. Thomas Hobbes, en su obra el Leviatán ya advertía la necesidad de identificar correctamente cualquier concepto que esté a estudio o debate. “Si advertimos, pues, que la verdad consiste en la correcta ordenación de los nombres en nuestras afirmaciones, un hombre que busca la verdad precisa tiene necesidad de recordar lo que significa cada uno de los nombres usados por él, y colocarlos adecuadamente; de lo contrario se encontrará él mismo envuelto en palabras, como un pájaro en el lazo; y cuanto más se debata tanto más apurado se verá. Por esto en la Geometría (única ciencia que Dios se complació en comunicar al género humano) comienzan los hombres por establecer el significado de sus palabras; esta fijación de significados se denomina definición, y se coloca en el comienzo de todas sus investigaciones. Esto pone de relieve cuán necesario es para todos los hombres que aspiran al verdadero conocimiento examinar las definiciones de autores precedentes, bien para corregirlas cuando se han establecido de modo negligente, o bien para hacerlas por su cuenta”. (Hobbes, 1651).
Siguiendo los consejos de Hobbes vemos pues que es necesario establecer una definición que sea una base para poder comprender posteriormente las particularidades, herramientas, estrategias, etc. de la guerra híbrida. Los coroneles chinos Qiao Liang y Wang Xiangsui en el libro “unrestricted warfare” de 1999, afirmaban que “la guerra actual está en un nivel más allá del campo militar tradicional en lo que denominaron la guerra sin restricciones o más allá de los límites. Continuaban los coroneles afirmando que “la utilización en la guerra por parte de los mandos militares de todo tipo de organizaciones y la combinación de todos los dominios del poder nacional puestos a su disposición como medios de guerra”. Esta utilización de todo el poder nacional llamó la atención de tratadistas y académicos pues sintetizaba de alguna forma una nueva concepción de la guerra. Sin embargo, El término guerra híbrida fue acuñado por Mattis y Hoffman en 2005; desde entonces la búsqueda de consenso en torno a su definición ha sido objeto debate y discusión en el seno de la comunidad científica, sin que haya habido una definición consensuada. Una de las definiciones más comúnmente aceptada quizás sea la siguiente” se entiende por guerra híbrida aquella que utiliza medios simétricos y asimétricos coordinados en tiempo, espacio y propósito para alcanzar el estado final deseado, uniendo los niveles de conducción táctico, operacional y estratégico.
Frank Hoffman es un destacado defensor del estudio de la guerra híbrida; los términos de "Nuevas guerras", "guerra de código abierto", "guerras modernas", "conflicto polimórfico", y “Guerra de cuarta generación” así como el pensamiento de las escuelas de pensamiento han contribuido al surgimiento del término guerra híbrida.29 Para Hoffman “La guerra híbrida es diferente porque aborda la diferencia en "cómo" el adversario planea luchar " (Hoffman, 2015). Hoffman considera la hibridación, que por La definición es una mezcla de dos o más cosas, como la combinación de fuerzas, irregulares, terroristas y criminales. Esta premisa ayuda a considerar actores (terroristas y criminales) como instrumentos del Estado con un capacidad para dar forma a un objetivo durante un tiempo de paz. Las actividades que se llevan a cabo deben poder coordinarse y dirigirse con el fin de lograr una sinergia que se oriente hacia los objetivos políticos deseados. Las guerras híbridas incorporan una gama de herramientas de guerra que incluyen capacidades convencionales, tácticas y formaciones irregulares, actos terroristas incluyendo violencia indiscriminada y coacción, y actos criminales de todo tipo.
Estas actividades multimodales se pueden realizar por unidades separadas o incluso por la misma unidad, pero generalmente son operacional y tácticamente dirigidas y coordinadas para lograr efectos sinérgicos. Hoffman más tarde amplió su idea del campo de batalla para incluir lo físico y dimensiones psicológicas del conflicto, o la capacidad y voluntad del estado objetivo para resistir en Términos de Clausewitz (la irracionalidad). Hoffman identificó específicamente la difuminación de las líneas entre la guerra y la paz, y apoya esto con la conceptualización de los efectos bélicos que se pueden lograr a través de organizaciones criminales y terroristas, contra un objetivo durante un tiempo de paz. Lo que esta descripción da por sentado es la naturaleza de un actor agresor que tiene un cierto conocimiento y experiencia en el empleo de terroristas y redes criminales para cumplir objetivos estratégicos que violar la soberanía de otro estado mediante el clásico acto de guerra. Luego se deduce que si un estado está puesto a patrocinar ese tipo de acciones para alcanzar sus objetivos estratégicos, el mismo estado tiene que estar dispuesto a emplear esfuerzos económicos, diplomáticos e informativos para lograr sus citados objetivos. Por lo tanto, la guerra híbrida debe abarcar un rango de actividad que está fuera de las formas militares tradicionales de la guerra y aptas para el empleo en tiempos de una supuesta paz.
Sin embargo, la definición anterior no incluye un aspecto clave de lo que es la guerra híbrida, especialmente si se tiene en cuenta la estrategia que han esgrimido los diferentes actores que buscan un conflicto híbrido y que es la irracionalidad de la sociedad de la que tanto hablaba Clausewitz. La irracionalidad de la sociedad se ha visto representada a raíz de numerosos acontecimientos durante distintas protestas, revueltas, manifestaciones, etc. Por ejemplo, el asesinato de George Floyd el 25 de mayo de 2020 en la ciudad de Minneapolis, desató una ola de violencia especialmente en Estados Unidos, con quema de edificios, pillerías, robos, peleas, etc. En España, por ejemplo, además de manifestaciones pacíficas también surgieron episodios violentos. En estos episodios se produjeron “ataques” a esculturas como la de Miguel de Cervantes, quien paradójicamente sufrió tres años de esclavismo en el norte de África, o la de Alexander Fleming, descubridor de la penicilina, acontecimiento que ha salvado a millones de personas en todo el mundo, independientemente de su color de piel o ideología. Por ello esta definición parece más completa: “el uso sincronizado de múltiples instrumentos de poder enfocados a vulnerabilidades específicas para lograr efectos sinérgicos que no solamente se concentran en las fuerzas armadas, sino que abarcan todo el espectro de funciones sociales”. Las funciones sociales a las que se refiere la definición están enfocadas a los individuos que forman una determinada sociedad, nación o estado. Por lo tanto, es en este campo donde aparece la irracionalidad de la guerra, y es en el ámbito, como se detallará en los siguientes capítulos, donde la guerra híbrida es especialmente dañina, y en el ámbito donde los actores que operan en un conflicto híbrido enfocan sus estrategias.
Podemos concluir este punto con uno de los generales más citados en lo relativo a la guerra híbrida y su estrategia. El general Valery Gerasimov define las principales características de un actor que utiliza una estrategia híbrida. “Un actor de guerra híbrida se caracteriza por poseer un mando y control descentralizado, por ejecutar actividades militares y no militares distribuidas, por combinar acciones tradicionales, irregulares, terroristas y métodos criminales disruptivos, por explotar las condiciones ambientales operativas complejas, y por operar con la intención de sacrificar el tiempo y el espacio con el fin de lograr una decisión por desgaste…Podemos concluir que el uso de métodos tradicionales en combinación con medios híbridos es en estos momentos una característica de cualquier conflicto armado” (Gerasimov, 2016).
(AP Photo by RIA Novosti, Alexei Nikolsky, of the Russian Presidential Press Service)
El general Gerasimov explica los principios básicos, según la doctrina rusa, de la guerra híbrida, en el que el instrumento militar no tiene por qué ser el más relevante.