La propaganda
La historia de la humanidad está llena de episodios de propaganda que, en la mayoría de las ocasiones están llenas de innumerables fantasías y falsedades, pero que obedecen siempre a un determinados interés. Inglaterra ha sido quizás la mayor empresa de propaganda de los últimos siglos y, probablemente, Estados Unidos esté dentro del club de los mejores, teniendo en cuenta la poderosa industria de Hollywood, capaz de blanquear la conquista de los ingleses a los territorios de Méjico, postrar como delincuentes e ignorantes a los nativos de América, conocidos como indios en las películas de John Wayne, y glorificar a reyes que ni siquiera se sabe muy bien si existieron realmente, como es el Rey Arturo, el de la mesa redonda. El rey Arturo no se sabe muy bien en qué fecha reino y, lo que es más sorprendente es que tampoco se sabe si realmente llegó a ser rey. Sin embargo, la industria de Hollywood ha contribuido poderosamente a que nos creamos que fue uno de los mejores reyes, sino el mejor rey y más caballeroso, de toda la historia. Papeles memorables de los mejores actores de la industria americana, como Sean Conery, interpretaron a tan aclamado rey.
Aunque el término propaganda tiene una cierta connotación negativa, realmente no tiene por qué ser empleado para un objetivo malintencionado. Su origen epistemológico así lo confirma, pues La palabra propaganda (información, ideas, o rumores deliberadamente repartidos para ayudar o perjudicar una causa o producto) viene del latín propaganda (las cosas que han de ser difundidas), gerundivo en neutro plural del verbo propagare (propagar). Una de las definiciones más utilizadas de la palabra propaganda es la siguiente: La propaganda es un método de comunicación cuyo objetivo es dar a conocer una información (propagar) con la intención de influir en una determinada audiencia para que actúe de una manera específica o se utilice un determinado servicio o producto. En esta definición existen dos palabras claves: una es influir y la otra es actuar; es decir, modular el comportamiento de una determinada audiencia. Todas las campañas de propaganda tienen el objetivo de influir a unas determinadas personas. Quizás, este tipo de propaganda es más identificable durante los periodos electorales, pero realmente es raro el día que una persona normal no está sometida a cierta propaganda. La propaganda ha existido siempre, pero la diferencia de hoy en día con hace sólo unas décadas es la facilidad para ser víctimas de una campaña de propaganda y esto es debido a internet y, particularmente a las redes sociales.
Las redes sociales han supuesto un hito en cuanto a la propaganda se refiere. Lo que antes se hacía con octavillas lanzadas desde un avión o mediante el discurso de un político o activista desde la plaza de un pueblo, hoy en día se puede realizar desde Moscú o Washington mediante el uso de Twitter, Facebook o Instagram. La facilidad de realizar campañas de propaganda que ofrece internet ha supuesto que existan millones de anuncios propagandísticos, desde un evento deportico hasta uno político pasando por la alimentación, la manera de vestirnos e incluso la forma de entender nuestras relaciones sociales. Pese a esta evolución de los medios para difundir la propaganda, la esencia del mensaje y su naturaleza ha permanecido invariable a lo largo del tiempo; la propaganda de Napoleón de sus conquistas europeas y africanas, en el fondo, tienen la misma naturaleza que la propaganda del Kremlin respecto a la guerra de Ucrania o la propaganda americana para reclutar personal para la Primera Guerra Mundial.
Si es cierto que han variado las herramientas para expandir un mensaje y que este llegue a miles o millones de personas. ¿Qué es lo que ha permanecido invariable? La respuesta a esta pregunta no es fácil, pero la propaganda, en su naturaleza, tiene casi siempre los siguientes puntos en común:
Busca una provocación que esté ligada a un objetivo; como toda propaganda debe tener un fin, ya que el medio para conseguir ese fin es la propia propaganda.
Mensaje corto y pegadizo, con un alto contenido visual preferiblemente.
Debe contener algo de verdad; pues de lo contrario es fácil refutarlo.
Tiene que despertar un determinado interés; cuanto mayor sea el interés general, más fácil será que el contenido del mensaje se viralice.
Tiene que ser fácilmente comprendido por la audiencia; pues los mensajes complejos los sigue poca gente.
Hay que identificar un culpable, una figura que cargue con las responsabilidades del problema; normalmente el adversario político o de otra índole.
La financiación es importante; incluso en las redes sociales, las campañas publicitarias y de propaganda más exitosas han necesitado de un respaldo económico detrás.
Uno de los casos más conocidos de propaganda fue el realizado por la administración americana en 1917 para reclutar soldados en la Primera Guerra Mundial. La foto se hizo tan popular que hasta se imprimieron sellos para que el mensaje llegara a toda la población; “te quiero a ti” (I want you) era el elma con el que se esperaba que la población respondiera ante la llamada de la “patria”. Esta foto ha dado la vuelta al mundo y se han realizado cientos de memes con ella. Según la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, del poster se distribuyeron alrededor de cuatro millones de copias en el país entre 1917 y 1918.
Imagen icónica de la campaña americana reclutamiento WWI
Partiendo de la imagen que se hizo tan popular del “Tío Sam pidiendo ayuda al pueblo americano, analicemos ahora si cumple los requisitos para que una campaña de propaganda sea un éxito. Como se ha argumentado más arriba, la campaña tiene que cumplir cuantos más puntos de los señalados mejor; de lo contrario es muy probable que ésta acabe en fracaso.
La campaña del Tío Sam tenía un objetivo claro y no era otro que el de reclutar a cientos de miles de jóvenes americanos para que se embaucaran en la Primera Guerra Mundial. Estados Unidos estaba a punto de convertirse en la primera potencia mundial, relevando a Inglaterra, y no podía estar aislado en un conflicto que marcaría la política internacional de los próximos años. El fin era claro y el póster representa un hombre, vestido con los colores de la bandera americana, haciendo una llamada que evocaba que el país, la nación le necesitaba. El objetivo, por lo tanto, estaba claro, cuantos más reclutas consiga la administración americana mejor.
El mensaje del Tío Sam estaba claro y no ofrecía confusión; un mensaje corto y pegadizo, fácil de entender y que se recordase sin dificultad. El contenido visual es inmejorable ya que el poster contiene solamente los colores de la bandera americana; rojo, azul y blanco. Esto evidentemente no es casualidad y proporciona al mensaje un contenido de oficialidad, pero sobre todo proporciona un contenido patriótico. Se intuye em el cuadro que detrás de él está el pueblo americano, su bandera, con todo lo que ello significa. El contenido visual de este póster es muy potente, a la vez que el mensaje que tiene un amplio calado; parece decir que Estados Unidos, el pueblo americano, te necesita. El sombrero al puro estilo Abraham Lincoln también apela a la nación americana y a la legitimidad propia del reclutamiento.
Es evidente que el mensaje no contiene ningún tipo de información no veraz, pues el departamento de defensa de entonces no disponía de suficientes soldados como para enrolarse en una guerra. En este sentido, no era necesario inventarse o falsear cualquier información o episodio. Simplemente, el mensaje era referente a una necesidad que en un determinado momento de la historia tenía el ejército americano.
La Primera Guerra Mundial fue un conflicto que se desarrolló en su totalidad en suelo europeo, por lo que era muy difícil apelar a los sentimientos del pueblo americano, ya que el conflicto estaba a miles de kilómetros y con un océano por medio. Sin embargo, las continuas noticias tanto en prensa, como en radio y televisión, y la continua insistencia del Reino Unido de que los americanos entraran en la guerra predisponía cada vez más a la población a formar parte de ella. A pesar de que el ejército norteamericano apenas contaba por entonces con 130.000 hombres, se estima que cuatro millones de estadounidenses sirvieron en las fuerzas armadas, dos millones fueron embarcados a Europa y 1,4 millones participaron en combates. Por lo tanto, millones de jóvenes entendieron la guerra como el futuro del mundo y, por ende, del propio pueblo americano.
El mensaje, “I want you”, era fácil de comprender para todo el mundo. Las iniciales del poster del ejército americano también eran explicativas de que se necesitaba un reclutamiento de personal, no importaba la experiencia o el conocimiento. El dedo señalando a todo aquel que mirara al Tío Sam también formaba parte de la sencillez del mensaje: Tú eres el protagonista, pues te necesitamos a ti.
En este caso del Tío Sam, no se representaba un culpable a quien echar todas las culpas de la situación. Sin embargo, esto no era necesario, ya que toda la población americana sabía perfectamente que la “malvada” Alemania era la principal culpable de la Guerra, y a la que había que derrotar para salvar a Europa de un mal duradero. El culpable no aparecía explícitamente en el poster, pero todos los ciudadanos americanos coincidían en quien era el enemigo contra el que luchar.
La campaña del Tío Sam tuvo un gran financiamiento por parte de la administración americana y también por las empresas armamentísticas que empezaban a florecer en Estados Unidos y que conocían perfectamente los posibles beneficios pare ellas en caso de entrar en la guerra. Prueba de ello es que se imprimieron más de 4 millones de póster en tiempo récord, lo que convirtió al Tío Sam en la campaña de propaganda más importante del momento.
En definitiva, la campaña americana para el reclutamiento del personal tuvo un éxito casi sin precedentes y, en cierta manera, fue la referencia para miles de anuncios publicitarios, especialmente en Estados Unidos. La campaña tuvo tal éxito que el póster es conocido a nivel mundial, más allá de las fronteras de Estados Unidos. Casi todos los presidentes de las últimas dos décadas han aparecido en poster similares, aunque de forma no oficial. George Bush y Obama fueron así caricaturados cuando pedían más ayuda a los Aliados en las guerras de Iraq y Afganistán y la figura de Trump imitando al Tío Sam se ha visto reflejado en camisetas que han sido en ocasiones récord de ventas. La campaña del Tío Sam fue todo un éxito y una referencia que numerosas empresas y Estados tratan de imitar.