LA ZONA GRIS DEL CONFLICTO (L)
En la década de los ochenta se popularizó la expresión "conflicto de baja intensidad" como forma de referirse a las campañas violentas que no eran lo suficientemente grandes o intensas como para calificarlas simplemente como guerras. El término "zona gris" cobró fuerza después de que Rusia conquistara Crimea mediante el uso de soldados que llevaban uniformes sin insignias para que no pudieran ser identificados definitivamente como rusos (Chorev, 2020). El término "zona gris" se aplica a una categoría de conflictos en los asuntos mundiales. En ellos hay un espectro de competencia en el que se buscan, como en todas las guerras de todos los tiempos, una serie de objetivos políticos. La zona gris abarca desde la búsqueda pacífica de determinadas ventajas, pasando por el uso limitado de la fuerza, hasta la guerra abierta entre fuerzas armadas establecidas. Los conflictos de la "zona gris" no son pacíficos, pero tampoco son una guerra abierta.
Para la mayor potencia militar, los Estados Unidos, desde la guerra de Vietnam de los años 60 y 70, el único conflicto convencional fue la guerra del Golfo de 1990-91. Las guerras israelíes no se han ajustado a ese modelo desde el final de la guerra de octubre de Yom Kippur de 1973 entre Siria y Egipto por un lado e Israel por el otro. La organización Hamas y Hezbollah, conocedores de su inferioridad en el ámbito militar respecto a sus adversarios y, particularmente respecto a Israel, tomaron nota del conflicto de Yom Kippur, especialmente respecto a la dificultad de derrotar a un adversario con unas potentes fuerzas armadas poderosas y con experiencia en combate en un conflicto simétrico; por lo tanto, ambos adaptaron sus acciones hacia métodos híbridos que si tienen mayor posibilidad de alcanzar sus objetivos políticos en comparación a un ataque convencional contra un rival muy superior en el ámbito estrictamente militar. Habiendo permanecido en gran medida inalterado durante milenios, el carácter de la guerra ha cambiado radicalmente en los últimos decenios. Los choques convencionales entre ejércitos regulares en un enfrentamiento interestatal son ahora raros, aunque la cantidad de tanques, armas mecanizadas y aviones de combate que existen en los arsenales de todo el mundo hace que los choques de armas tradicionales sigan siendo posibles. El carácter de la guerra ha evolucionado tanto que es prácticamente imposible concebir un conflicto en sus extremos o en términos absolutos en el que el objetivo político es la aniquilación absoluta del enemigo, como lo pudo ser la Segunda Guerra Mundial; existe otra forma más eficaz de conseguir los objetivos políticos mediante la utilización de herramientas híbridas en una zona del conflicto que esté por debajo del umbral del conflicto armado convencional.
Debido al aumento exponencial del flujo de información en todo el mundo, a Internet, los pequeños satélites, los drones, los sensores mejorados, las cámaras de video de teléfonos celulares y la conectividad de banda ancha, están transformando tanto el carácter de guerra como la forma de alcanzar los objetivos políticos de la guerra. Las nuevas tecnologías permiten a las fuerzas militares encontrar objetivos, estudiarlos, geolocalizarlos y atacarlos con gran precisión desde largas distancias; un dron Predator es capaz de ser operado desde Washington y disparar una bomba en el teatro de operaciones de Afganistán. Hoy en día se abre el camino para la guerra cibernética, la piratería y la manipulación de sistemas políticos extranjeros desde cualquier punto del planeta. La tecnología y en concreto internet Permite a los individuos difundir no sólo texto sino también fotos y vídeos de forma instantánea y global, mediante medios que muchos estados no pueden controlar. Al mismo tiempo, el desarrollo tecnológico proporciona a los estados autoritarios instrumentos para el control político y la represión que superan cualquier ente imaginada incluso por el mismísimo George Orwell.
Las operaciones de información pueden tener mucha más influencia que nunca antes. No son sólo técnicas imprecisas y poco elaboradas ni facilitan simplemente la guerra funcionando como "multiplicadores de fuerza". Por lo contrario, las operaciones de información elaborada como “propaganda, argumentos lógicos, imágenes y "narraciones detalladas pueden servir como instrumentos primarios para lograr los objetivos de la guerra, especialmente contra los países democráticos en los que existe libertad de prensa y que, por lo tanto, no tienen mecanismos de control de estas toneladas de información que corren por las redes sociales. En resumen, con la aparición de las herramientas de la información masiva y elaborada el carácter de la guerra ha experimentado un notable cambio, con unas acciones notablemente orquestadas que están por debajo del umbral de la guerra y que suponen un nuevo arte para conseguir los objetivos políticos.
Carl Von Clausewitz, en su libro de la Guerra, argumentó que la guerra es un proceso interactivo en constante evolución; la guerra es como un camaleón en un continuo cambio. En otras palabras, lo que Clausewitz argumentaba es que la guerra está en un cambio constante; un cambio que ha sido exponencial en la última década debido a la irrupción de la tecnología como herramienta diferenciadora en los conflictos actuales; no existe ningún actor en la guerra actual que no utilice la tecnología de una forma u otra, ya sea mediante el empleo de armamento sofisticado de última generación o las redes sociales. Este cambio marca su punto álgido con la introducción en el ámbito de la guerra del ciberespacio, de los robots, de los drones y, muy especialmente, dentro de la zona gris el ámbito cognitivo. La introducción de “nuevos” ámbitos como cognitivo o el ciberespacio supone una complejidad mayor al carácter de la guerra. Aunque su naturaleza sigue siendo una continuación de la política, no es menos cierto que la forma de alcanzar esos objetivos ha evolucionado hasta una complejidad como nunca antes lo había hecho; parte de la culpa de esta complejidad sea la evolución de la tecnología y, particularmente, de las redes sociales. Para comprender la complejidad y las distinciones de los diversos modos de guerra llevados a cabo a través de la continuidad del conflicto es crítico, como lo es la comprensión de los “nuevos” adversarios, sus métodos, y las concepciones de la victoria. Para navegar a través de la niebla de la guerra y su complejidad hay que tener en cuenta que la guerra puede tomar distintas formas y es clave poder comprender en qué tipo de guerra se embarca un país, una coalición o una organización como la OTAN. El confundir el tipo de guerra en el que se desarrolla un determinado conflicto lleva al fracaso.
La Guerra Fría y las recientes guerras en las que Rusia se ha implicado, como Georgia o Ucrania, sugieren que la mezcla de lo político, lo económico, y la actividad subversiva sean elementos consistentes de su arte operacional. En efecto, Rusia utiliza estos métodos con el objetivo político de extender la esfera de influencia de Moscú sin que ello suponga desencadenar una respuesta armada por parte del adversario o de una posible alianza como la OTAN (Madeira, 2014). Y es precisamente esta capacidad que tiene el Kremlin de no desencadenar una respuesta militar lo que convierte su arte operacional en un peligro constante a la seguridad de países como Ucrania y aquellos de la esfera de la antigua Unión Soviética. Un arte operacional que está muy ligado a la política de Rusia desde hace ya décadas. El diplomático estadounidense George Kennan, uno de los políticos más influyentes durante la Guerra Fría, instaba a el uso de la guerra política para contrarrestar al adversario soviético (Max Boot and Michael Doran, 2013). Kennan definió la guerra política como "el empleo de todos los medios al mando de una nación” (Kennan, 1960). Su visualización del problema se basaba en una profunda comprensión de la estrategia rusa, de la cultura y de su preferencia por los métodos indirectos; una de las características claves del arte operacional ruso de hoy en día; hasta la invasión de Ucrania en febrero de 2022. Sin embargo, su definición era demasiado amplia ("todos los medios") y mal etiquetada como una forma de guerra a pesar de su enfoque sobre las actividades no fuera el de una guerra per se o que no podían ser consideradas como un casus belli. El término se utilizó durante la Guerra Fría como una concepción general del arte operacional de la Unión Soviética, aunque eventualmente el término se desplazó por el de actividad (o actividades) encubierta.
El modo de conflicto que Kennan originalmente llamada guerra política ha sido recientemente rebautizado como "conflicto de la zona gris" (Hoffman, 2018). Los actores de la zona gris utilizan una aproximación al conflicto de escalada gradual con el objetivo de asegurar una ventaja estratégica. Las acciones en la zona gris siguen por debajo del umbral que generaría una contundente respuesta militar, pero son en ocasiones decisivas y deliberadas, calculadas para ganar una ventaja durante un determinado tiempo. La explotación de la zona gris por parte de actores, en principio más débiles que sus oponentes, puede suponer adquirir una ventaja en el desarrollo el conflicto, e incluso la deslegitimación del oponente, a priori más fuerte. Sin embargo, esto no tiene que ser así, en ocasiones es también el oponente más fuerte quien utiliza una aproximación híbrida en la zona gris sin llegar al umbral de una guerra convencional o total. Rusia, por ejemplo, pese a ser más fuerte en casi todos los ámbitos que Ucrania, utiliza la zona gris para alcanzar sus objetivos políticos. Podemos articular entonces que la zona gris se caracteriza por una intensa competencia política, económica, informativa y militar más allá de la diplomacia entre estados, pero sin llegar a ser una guerra convencional.
El propio término de zona gris sugiera cierta indefinición o complejidad al definir el término. De hecho, el color gris es una combinación de blanco y negro que sin son colores bien definidos. El blanco es blanco y el negro es negro, pero el gris no es gris pues en su definición existe ambigüedad. Se puede ser gris tirando a blanco o gris tirando a negro; necesitamos el blanco o el negro para definir la tonalidad del color gris. Esto sucede también cuando se opera en la zona gris, pues rápidamente entra en juego la tonalidad del gris: es más un gris cerca del claro o del oscuro. Esto significa, dentro ya de un conflicto, si se está cerca del umbral de la guerra o cerca de la paz. Es evidente que en el conflicto de Ucrania se está más cerca del umbral de la guerra, ya que existen numerosas bajas en ambos bandos: el pro-occidental y el pro-ruso. El conflicto entre Turquía y Gracia por Chipre está más cerca del umbral de la paz pues, aunque hay hostilidades entre los dos países, no se ha llegado a producir ningún muerto como consecuencia de la disputa. Al igual que ocurre con la escala de grises, la zona gris del conflicto es una zona muy amplia que se caracteriza porque la escalada a un conflicto abierto convencional se podría producir en cualquier momento. En la Ilustración siguiente se detalla la complejidad de la zona gris del conflicto, en la que se pueden observar que existen, más que el instrumento militar, operaciones sicológicas, de información, propaganda, ataques cibernéticos, subversión, etc.