Más allá de la geopolítica (L)
A lo largo de la historia, siempre que han existido fuentes de materias primas y vías de comunicación, se han producido conflictos por el control de ambos conceptos desde posiciones de dominio o negación de estos. Por ello, el futuro no tan lejano que preconiza Dolman en el espacio estará configurado con instalaciones de extracción, hubs de canalización de recursos, instalaciones industriales y rutas de comunicación. Es prácticamente impensable que los actores que los posean no los protejan, los que no los tengan quieran arrebatárselos y las rivalidades pugnen por evitar que lleguen a manos de actores competitivos.
Los primeros estudios sobre las relaciones futuras en el espacio se deben a George Harry Stine quien, finalizando el siglo XX, acuño el término de «astropolítica» y determinó varias «áreas de operaciones militares» en el espacio que circunvalaba la Tierra13. John M. Collins fue más allá, definiendo mayores «regiones militares» espaciales basándose en las teorías de los «pozos de gravedad» de Richardson, unidas a los postulados geopolíticos de McKinder14. Para Collins, quien rigiese el espacio circunsterrestre, dominaría el planeta Tierra; quien rigiese la Luna dominaría el espacio circunsterrestre; y quien rigiese sobre los puntos L4 y L5 dominaría el sistema Tierra-Luna15. Everett C. Dolman recopiló los conceptos anteriores y los aplicó a la era de la globalización, percatándose que podrían ser empleados para colocarse en posición de ventaja en la carrera por la hegemonía global. En este nuevo contexto de principios de siglo, Dolman definió «astropolítica» como el estudio de las relaciones entre los ámbitos del espacio exterior, la tecnología y el desarrollo de una estrategia y política de orden tanto político como militar. También encontró una definición para «astroestrategia», como la identificación de los puntos de interés terrestres y exteriores, cuyo control puede proporcionar el dominio militar y político del espacio o al menos puede proporcionar seguridad contra la dominación de un Estado oponente.
Dolman incorporó el concepto de la astropolítica a aquel nuevo espacio de relación entre las sociedades del siglo XXI comparándolo con los postulados de Mahan y McKinder. Para Dolman, el espacio exterior ahora ocuparía el papel que antaño tenían los océanos, clasificando las regiones espaciales en referencia a su posición respecto a la Tierra. Por ello, era consciente que, de un modo u otro, los intereses de los distintos actores estatales y no estatales llevarían a la militarización del espacio, por lo que habría que abandonar los tratados internacionales que ponían límites a esta. Parafraseando a McKinder, Dolmann estableció que «quien domina la órbita próxima terrestre domina su espacio, quien domina su espacio domina la Tierra y quien domine esta domina el destino de la humanidad»17. Dolman comparaba el espacio exterior que rodea a la Tierra con el «creciente exterior» (outer crescent) de Mckinder, porque permitía limitar las posibilidades estratégicas de un posible rival y, al mismo tiempo, daba la oportunidad de la proyección de una fuerza espacial que ejerciese un control indirecto sobre un actor hegemónico sobre el planeta. Contra todo concepto sobre la consideración del espacio como un gran vacío insondable, la visión de Dolman permitía establecer algo parecido a los accidentes geográficos y que denominó «peculiaridades astrodinámicas»18. Las áreas gravitacionales tenían una similitud con las montañas y valles y la fuerza gravitatoria podría ser el equivalente de las pendientes topográficas. Entre estas zonas veía discurrir ríos y océanos de recursos y energías que se distribuían y concentraban alternativamente. Los peligros se identificaban con las regiones de radiación.
Para John Pike, director de GlobalSecurity.org, es posible que esta subregión se convierta en la «Tierra corazón» de McKinder del siglo XXI. Pike hace referencia a su importancia debido a la extracción del Helio-3 para la futura producción energética. Por ello, el actor que monopolice el punto de acceso a la Luna controlará la producción de electricidad en la Tierra y, por tanto, su economía22. Esto reafirmaría los postulados de Dolman, quien ratifica con una visión historicista, que a medida que determinados bienes comunes adquieren la importancia comercial no son precisamente los militares quienes presionan para tener presencia en el lugar en que se encuentran. Esta presión suele provenir de los intereses creados que necesitan ser protegidos
El desarrollo de las tecnologías posiblemente permita en un futuro muy próximo el acceso en masa del sector privado a la conquista del espacio y sus recursos. Actualmente, las empresas han contribuido a la construcción y mantenimiento de la ISS, pero no se descarta que pronto sea rentable el emplazamiento en el espacio de una estación exclusivamente privada25. Igualmente, la recolección o la minería de materiales de la Luna o de asteroides podría convertirse en un hecho rentable en un futuro próximo. En la Luna, se encuentran ingentes cantidades de Helio-3, depositadas como consecuencia de la actividad solar y que se calcula que podrían cumplimentar las necesidades de energía eléctrica de la población mundial en miles de años. Mientras tanto, en la Tierra las posibilidades de obtener energía nucleoeléctrica rentable a partir de la fusión nuclear se hacen más evidentes. Del mismo modo, la Luna o los asteroides que se aproximen podrían ser una fuente de minerales de elementos que son muy escasos en la Tierra26